Surco es fruto de la oración personal y de la experiencia de almas de san Josemaría Escrivá. Compuesto también por puntos de meditación, presenta una atractiva visión de las virtudes humanas. “Surco quiere alcanzar la persona entera del cristiano -cuerpo y alma, naturaleza y gracia-, y no sólo la inteligencia”, escribió Mons. Álvaro del Portillo.
La mañana del domingo siempre fue el momento preferido en la vida del autor. Su casa vive las horas de mayor silencio durante la semana y –con la compañía del mate y el diario– se transforma en un espacio ideal para la reflexión.
En ese contexto, comenzó a postear en Facebook algunas líneas con reflexiones personales y espontáneas sobre diversos temas de familia y sociedad. Se quedó muy sorprendido por la respuesta de lectores que no conocía. Ellos comenzaron a contar sus propias visiones y experiencias… Y así nació una relación mágica.
Hoy llegó el momento de llevar toda esta vivencia al papel, para que otros puedan seguir leyendo, participando… y creciendo.
“El trabajo de amar no tiene descanso ni vacaciones”.
En este libro se nos presentan algunos personajes de «segunda fila» que aparecen en los Evangelios y que rara vez son objeto de una atención especial. Entre ellos están los que no han atendido con generosidad la invitación del Señor.
Estos personajes que alegan excusas poco creíbles son arquetipos para nosotros que también recibimos cada día una invitación al banquete eucarístico. Precisamente en las diferentes partes de la Eucaristía se encuentra el remedio que necesitamos para poder participar plenamente en la gran «misa del universo».
A Teo no le gusta la noche: le da miedo. En cuanto oscurece, se pone a temblar como un dulce de gelatina y se imagina toda clase de criaturas terroríficas: una bruja con varita, un dragón verde limón, un esqueleto bailón o un vampiro volador. Pero hay algo de la noche que a Teo sí le gusta: su amiga Luna. La quiere tanto que, al verla llorar una noche porque ha perdido su velo de luz, no dudará en emprender un viaje a través de la oscuridad y en busca de la única cosa que puede devolverle la alegría
El anuncio de la Misericordia fue el núcleo central del pontificado de san Juan Pablo II y, al mismo tiempo, constituye la invitación con la que el papa Francisco más nos insiste hoy: contemplar el misterio de la Divina Misericordia que resplandece sobre la oscuridad del pecado para llegar a ser testigos más convencidos y eficaces.
Vivir la misericordia es la esperanza para nuestro futuro: nos restaura nuestra condición de hijos de Dios y nos invita a una vida nueva, en gracia. La misericordia es justicia a la medida de Dios, Amor que nace del amor, se completa en el Amor y fructifica generando la salvación.
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