Enseñanzas y consejos, advertencias y consuelos, todas las palabras que pueden dirigirse a los padres sobre la crianza de los hijos son incursiones en un terreno cubierto de obstáculos, expectativas, temores, delicias y costumbres que hacen imposible, o ridicula, la pretensión de establecer un manual de comportamientos.
No siempre los consejos son escuchados ni las advertencias recordadas: muy pocos son capaces de arrimarse a los padres, ingresar en el corazón sensible del hogar, con la prudencia de quien sabe y no descuida que allí acontece, entre un hombre y una mujer, entre ellos dos y sus hijos, una intimidad profunda e inviolable, un misterio grande de amor y participación en la obra creadora del Padre.
Fray Mario Petit de Murat, sesenta años atrás, con una sabiduría y una delicadeza exquisitas, pero sin dudar a la hora de la sentencia filosa y el ejemplo preciso, habló sobre estos temas a un auditorio tucumano que es, en lo esencial, el de todas las épocas, tal vez muy especialmente de la nuestra. El hombre y la mujer como esposos fieles y padres sensatos, convocados a la inteligencia del amor. Como sembradores, en fin, que además de permanecer atentos a los peligros, trabajan en el bien de la cosecha y depositan en el don del cielo la esperanza del trigo amanecido.
Servirá especialmente a quienes empiezan a ponerse en camino de formar su propio hogar, y será a la vez enseñanza inmejorable para todos aquellos padres que, ya sea hace poco o hace mucho, comprometen su destino en la crianza de los hijos.
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